viernes, 27 de junio de 2008

La noche del vuelo final

La noche del vuelo final

se partió mi sangre

en infinitos pedazos azules.

Aun hoy,

en las luces sombrías de la noche

te recuerdo.

Aun hoy,

en los soles apagados

de mis amaneceres fríos

te presiento.

Aun hoy,

me siento llorar

y me duele

la sequía de mis venas

arenosas.


MentesSueltas


Anna Vikentievna Dravgalis es una triste víctima del régimen comunista soviético y el desastre de Chernobyl. Durante la 2 ª Guerra Mundial había sido enviada desde su patria Bielorrusia a Alemania a trabajos forzados para los alemanes. Después de la guerra fue a Canadá junto con su marido Rafael Victorovitch Polansky para encontrar un nuevo hogar. Encontró un trabajo en la Sección rusa de la estación de radio CBS.


Compraron una casa en Montreal y dio a luz a un niño, Viktor Raffalovitch Polansky. Por último recibió la ciudadanía canadiense. Un día recibío una carta diciendo que su madre murió en su ciudad natal Bykhov (Bielorrusia, la Unión Soviética), pidío a ir al funeral. Pero cuando Anna se dirigió a Dravgalis Bielorrusia llegó a saber que su madre había muerto unos 10 años antes y que la carta acerca de su muerte era una falsedad - sólo una broma cruel orquestada por la KGB.


Ella nunca pudo volver a su casa en Montreal. Su pasaporte canadiense fue confiscado por las autoridades soviéticas. Desde ese momento Anna se encerró en su casa casi como un prisionero durante más de 30 años.


Su correspondencia era censurada, todos sus intentos de ponerse en contacto con la familia fueron detenidos. Autoridades de Belarús declararon que había colaborado con los alemanes durante la 2 ª Guerra Mundial y no le permitieron encontrar cualquier empleo adecuado.


Ella sobrevivió haciendo pequeños trabajos de costura y el cultivo de hortalizas en un pequeño jardín. Pero es contaminada por la lluvia radiactiva de Cesio-137 del desastre de Chernobyl.

Foto de Vaclav Vasku, 24 de marzo de 2005.

sábado, 14 de junio de 2008

Ilusión, una sensación


La ilusión es un espacio
inhabitable,
intimo,
escondido del odio.

Es una sensación
sin sombras,
sin límites.
Es la sonrisa antes de morir.
Es un inmigrante.


Es rescatar el fuego
de las mesas de café
abandonadas.
Es una mancha en la pared

que nos inspira.
Es la belleza de un auto abandonado.
De una flor seca.
De una carta sin abrir.

La ilusión se escribe sin renglones.
Se siente escondida
en las letras oscuras.
Sobrevive a los
manchones de tinta roja.
Crea revoloteos de mariposas
en nuestros dedos y
plumas de gaviotas
en las hojas en blanco.


MentesSueltas


martes, 3 de junio de 2008