
Entré al living casi sin saber de que habitación venía. Salté sobre el sillón, pensando que allí encontraría el descanso. No encontré el control remoto, las velas de la mesita estaban torcidas y la gata me jodía paseando insistentemente.
Me detuve a mirar la triste vida que tienen los cortinados, vuelan lentamente al compás del viento de
Me acomodé nuevamente en el sillón, puse mis patas sobre la mesa, esquivando las velas torcidas. Intente enderezarlas con los dedos de mis pies, se cayeron al piso. Allí las dejé.
Con mi mirada recorredora encontré, sobre el libro de Whitman, los anteojos de sol perdidos hace 3 horas. Eso me tranquilizó.
De reojo miré el Barcardi blanco y una vieja caipiriña, pero fui a la cocina y me serví un vaso de leche. Me adecué nuevamente al formato del sillón. Mis dedos volaban sobre el apoyabrazos, mi mirada se hundió en la puerta entreabierta del baño.
No entiendo que siente la gente que tiene estrés.
MentesSueltas