En sus esquinas de piernas
quietas,
aún escucho
“los astros y los hombres vuelven
cíclicamente”
un añejo poema de
Borges, grabado para siempre.
Nací entre sus
calles hambrientas de amor,
atestadas de
apariciones,
de visiones
solitarias, íntimas.
Que a nadie podía
relatar.
Las casas, los
secretos
las paredes rotas y
las flores secas.
Hoy regresan como señales
azuladas,
de un cielo negro.
Eterno.
Niños que juegan,
desconocidos.
Bajan las calles,
mudas.
Sudan los focos, en
las esquinas con llovizna.
Pasean niños, de
manos ausentes.
Solapan el dolor,
con más recuerdos.
MentesSueltas