Reiteradamente un epígrafe remueve el barro de mi mente. Una hoja en blanco, que no es papel. No sé que es. Pero está allí, esperando agazapada por mis dedos. No son lápices, mis lápices actuales. Son teclas que se transmutan en esperanzas, flechas perdidas, banderas abandonadas, amores, tumultos. Simples comentarios al oído de los dioses que me hablan cada noche, en cada senda, en la plaza y en la capilla... ¿Lo recuerdas?
MentesSueltas
Una tarde de febrero, con el número 23 creo... Ellos dicen que es sábado.